Que Pervez Musharraf, el presidente de Pakistán, estaba en la cuerda floja lo sabían también en Berlín. Por eso, su retirada no sorprende en Alemania. No por ello dejan de abrirse interrogantes en este estratégico país.Como suele suceder en estos casos, el adiós del general no será la solución mágica para todos los problemas de Pakistán. La situación de la economía no mejora con el mero cambio de presidente.
Aparte está la influencia de los talibanes, las luchas tribales en la frontera con Afganistán, y el terrorismo que una y otra vez golpea al país.Tanto el presidente estadounidense, George W. Bush, como su secretaria de Estado, Conodoleezza Rice, han alabado a Musharraf como un aliado en la lucha contra el terrorismo. En el diagnóstico coincide Bredohl, el portavoz del Ministerio de Exteriores alemán, aunque hace sólo una semanas su jefe, Frank-Walter Steinmeier, se quejara de los limitados esfuerzos de Pakistán a la hora de combatir a los islamistas.
Para Occidente es de vital importancia que el presidente pakistaní, sea quién sea, esté de su parte: por Afganistán y porque Musharraf es el único mandatario de un país musulmán que posee, mientras no se demuestre lo contrario, una bomba atómica. “Los partidos realmente islamistas son en Pakistán muy débiles”.“En el futuro, Alemania seguirá apoyando el desarrollo del país y el establecimiento de la democracia en Pakistán",dijo el portavoz del Ministerio de Exteriores alemán.
Fonte:Deutsche Welle Internacional