sábado, 21 de junho de 2008

El populismo, zona gris entre la democracia y el autoritarismo

¿América Latina vive la tercera vertiente de un populismo en el que han participado lo mismo izquierdistas que neoliberales?
El término „populismo“ es utilizado con frecuencia por partidos políticos de derecha, que buscan con él desacreditar a sus oponentes izquierdistas.¿Qué debe entenderse con tal término?
Lo que yo busco es diferenciar entre tres “olas” o formas de populismo en América Latina. Por una parte está el populismo histórico que aparece con Perón. Luego vendría el neopopulismo al estilo de Carlos Menem, también en Argentina, y posteriormente la nueva ola del populismo de izquierda, que prácticamente comenzó con Hugo Chávez y que fue emulado en cierta medida enBildunterschrift: Bolivia y en Ecuador (aunque cada cual tiene una forma distinta).
Uno no puede equiparar el populismo en general con el populismo de izquierda; por el momento, lo que vemos es la tendencia de gobiernos populistas a usar una retórica de izquierda. Ellos se atienen a las líneas generales del populismo histórico; otorgar al Estado un rol preponderante, por ejemplo, mezclándolas con elementos del izquierdismo como lo puede ser la democracia participativa.
¿Por qué esta forma de populismo es “refundacional”?
Al observar a Venezuela, puede verse la intención de fundar un nuevo Estado, la República Bolivariana, en el cual deben ser transformadas todas las instituciones previamente existentes, estableciendo vínculos fuertes entre las nuevas y el presidente. Otra característica de este populismo es que se apoya en referéndums o en un pretendido diálogo directo entre el mandatario y su pueblo. Puede decirse que Chávez tiene toda una especie de guión sobre esta nueva forma de populismo, en el cual las instituciones son transformadas en instrumentos del presidente. Con ello se consolida un Estado centralista. Esto también puede verse en Bolivia, donde se intenta anular las instituciones existentes, o bien, refundarlas.
Esta “tercera ola” del populismo en América Latina habla mucho de instituciones democráticas, pero en los hechos se manifiesta poco dispuesta a reforzarlas.
¿Por qué?
Es una característica del populismo en general: dar poca fuerza a las instituciones. Como decía, el populismo pretende establecer un diálogo directo y una relación directa entre el gobierno y el pueblo. En cierto modo, se establece un contraste entre la democracia representativa y liberal, y la democracia participativa con grandes movilizaciones masivas y, naturalmente, con la presencia en los medios de comunicación. Esto es muy visible en Venezuela con la serie radiofónica –y antes, televisiva- de Chávez. Se trata de debilitar a las instituciones, en especial a los parlamentos, que en los hechos tienen un carácter de club elitista con poca vinculación con el pueblo.Esto significa que hay un elemento positivo en el populismo de izquierda, que convierte al pueblo en un sujeto activo de la sociedad. Así que hay una zona gris entre la democracia y el autoritarismo.
En los medios de comunicación se habla de personajes como Hugo Chávez o Evo Morales como si con ellos comenzara y terminara el populismo. Pero también hay populistas en Europa. ¿En qué se diferencian éstos de sus contrapartes latinoamericanos?
Si se toma como referencia al fenómeno Berlusconi, el populismo europeo resultaría algo así como el que practicó Carlos Menem en Argentina, con una política económica muy neoliberal, un populismo muy de derecha. Pero en cuanto a su orientación, ambos populismos son muy distintos y yo diría que imposibles de comparar el uno con el otro. Naturalmente, las instituciones democráticas son mucho más fuertes en Europa que en América Latina, de tal modo que el populismo tiene mucho menos oportunidades. Las causas del populismo europeo son otras. Jörg Haider en Austria, es un líder populista que representa a un partido de derecha. Su ascenso fue posible debido a que existe una especie de escepticismo acerca de la democracia. Muchos ciudadanos europeos no se sienten representados por las instituciones ni por los partidos. La democracia partidista parece haber llegado a un límite en muchos países de Europa.
Deutsche Welle