Los océanos pueden servir como factor crucial para estabilizar el clima del mundo. Si esto no ocurre, las consecuencias serán graves para Europa y América Latina.
En la ciudad de Hanoi se lleva a cabo la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Protección a los Océanos, las Costas y las Islas. El encuentro tiene como objetivo preparar recomendaciones específicas para aprovechar mejor el papel de los océanos como reguladores del clima mundial.
Luego de ser discutidas en organismos especializados de las Naciones Unidas, estas medidas serán presentadas a representantes gubernamentales de alto nivel durante la Conferencia Mundial de los Océanos, a celebrarse del 11 al 15 de mayo de 2009 en Indonesia.
-Entre inundaciones y sequías
En Hanoi hay muchas discusiones técnicas, pero también se presentan escenarios concretos. Si las cosas siguen como van, Europa se vería beneficiada en un principio por las consecuencias del cambio climático en los oceános; entre ellas, un incremento en las superficies cultivables y las cosechas.
Pero a largo plazo, el continente se enfrentaría a factores altamente negativos. La parte norte de Europa sufriría inundaciones, mientras que el sur, en cambio, quedaría sometido a incrementos bruscos de temperatura y a ulteriores sequías. La proporción de la población que atravesaría por problemas de suministro de agua se vería incrementado de 19 a 35 por ciento.
El incremento en el nivel del mar pdoría ocasionar la pérdida de 20 por ciento de superficies formadas por islas o esteros, o ubicadas alrededor de lagunas costeras. Más de un millón y medio de personas se verían afectadas negativamente en Europa a causa de tales factores, cada año.
Las temperaturas ascendentes, en combinación con el incremento en los niveles marítimos, traerían consigo riesgos para la salud pública. Las proyecciones del Panel Intergubernamental del Cambio Climático contemplan un posible aumento de las enfermedades transmitidas por agentes externos o a través de la comida.
-Sabanas en lugar de selvas
Para América Latina, las consecuencias no serían menos devastadoras.
La población sometida a carestía de agua potable podría incrementarse entre 7 millones y 77 millones de personas para la tercera década del siglo. Se presentarían cambios bruscos en las precipitaciones y habría pérdida de glaciares. En consecuencia, las zonas costeras se verán en riesgo de sufrir inundaciones.
El aumento en los niveles del mar tendría repercusiones negativas en los arrecifes coralíferos. Uno de los pulmones del mundo, la jungla de la región amazónica, se vería desplazada en su parte este por vastas extensiones de sabana, para la mitad del siglo.
Toda esta combinación de factores emanados el cambio climático en los océanos vendría acompañada de un escenario particularmente preocupante para los productores agrícolas. Para el año 2050, hasta un 50 por ciento de las superficies cultivables podría verse sometido a un proceso de salinización o desertificación. Esto, evidentemente, traería consecuencias importantes para la productividad agrícola en la zona.
Queda claro, pues, que hacen falta medidas urgentes para aprovechar mejor a los océanos como factor establilizante en el clima mundial. Pero detectar los problemas no es suficiente.
Uno de los retos principales es la coordinación e implementación de las posibles medidas de contención climática en los oceános: 64 por ciento de éstos están formados por aguas internacionales, de modo que la primera tarea será definir de manera precisa la distribución de responsabilidades.
Y aquí las decisiones se antojan tan difíciles como cualquier otro de los grandes consensos entre regiones y países tan distintos.
DW-WORLD.DE
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